sábado, 29 de septiembre de 2012
Enigmático Reino Chachapoya
La Cultura Chachapoya se desarrolló entre los años 800 y 1,470 d.C., en la región nororiental del Perú, abarcando territorios que pertenecen al Bosque Seco Ecuatorial y la Selva Alta, en una extensión de casi 300 km de longitud y una altitud que varía entre los 900 y 4,300 msnm, con una rica variedad de microclimas debido a la influencia de los vientos que traen las lluvias desde la cuenca amazónica. Su límite norte fue la laguna Pomacochas, en el departamento de Amazonas, su límite sur fue la provincia de Pataz, en el departamento de La Libertad, por el este lo fue el río Huallaga, y por el oeste el río Marañón... < Ver Mapa >
La Cultura Chachapoya es la máxima expresión de la civilización andino-amazónica de nuestro país. Sus pobladores lograron vivir en armonía con su entorno natural, conformado por especies de fauna como el oso de anteojos, mono choro de cola amarilla, maquisapa de montaña, majaz, puma, gato montés, gallito de las rocas, tapir de montaña, sajino, venado, taruca, llama, guanaco, alpaca, vicuña, pavas de monte, loros, mariposas y una gran variedad de picaflores como el colibrí maravilloso. Entre la flora destacan las bromelias, helechos, caña brava, musgos, líquenes, lianas, bejucos, plantas medicinales, árboles como el cedro, higuerón, ishpingo, aliso, quishuar, romerillo, ccolle, tara, palmeras, y diversidad de orquídeas como el zapatito rosado. La belleza paisajística del territorio Chachapoya es sobrecogedora, allí destacan las cataratas de Gocta, Yombillo y Chinata, y las lagunas de los Cóndores, Pomacochas, Pías, Huayabamba, entre otras.
No obstante lo difícil de su territorio, caracterizado por sus valles estrechos, abundante vegetación, escasas tierras cultivables, inmensos farallones, montañas siempre cubiertas de neblina, suelos rocosos, ácidos y con insuficiente humus. Esta región es afectada por los deslizamientos propios de las cuencas de alta pendiente, debido a las lluvias casi permanentes en el lugar, que oscilan entre 2,000 y 4,000 mm al año, siendo la época de mayor precipitación entre setiembre y abril. El cronista Antonio de la Calancha describe el territorio como un lugar de "montañas muy ásperas donde siempre llueve, tierra montuosa, poblada de sabandijas, abundante de tigres i llena de árboles silvestres".
Las dificultades geográficas del territorio impulsaron a los Chachapoya a desarrollar una actividad agrícola que les permitió convertirse en una sociedad sostenible y organizada. Implementaron un sistema de terrazas o andenerías, anterior a las de los Inca, con canales de irrigación y sistemas de drenaje, que permitieron el cultivo de papa, maíz, yuca, kiwicha, quinua, ajíes, tarwi, coca, mashua, arracacha, yacón y diversas frutas. Uno de los centros agrícolas más importantes del territorio Chachapoya fue Papamarca o "pueblo de la papa". También se dedicaron al pastoreo de llamas y alpacas y fueron diestros cazadores de animales de monte, como venados, tarucas, sajinos y otras especies.
Cabe resaltar que para el establecimiento de centros urbanos los Chachapoya tomaron en cuenta las siguientes variables: buena visibilidad con lugares estratégicamente ubicados, y condiciones favorables para la agricultura, la cacería y la recolección de frutos.
Los Chachapoya destacaron por ser eximios ingenieros y arquitectos, legándonos construcciones majestuosas como las de Kuélap, Gran Pajatén, Purunllacta, Gran Vilaya, Olán, Vira Vira, Macro, Ollape y otras. El Gran Pajatén, ubicado a 2,850 msnm en la provincia de Mariscal Cáceres, en el departamento de San Martín, forma parte del Parque Nacional del Río Abiseo y es uno de los lugares más representativos de esta cultura después de Kuélap. Este complejo, descubierto en 1964, está compuesto por 16 construcciones circulares a manera de torreones, que medían entre 1 y 15 m de diámetro, y cuyas paredes externas están decoradas con frisos que representan figuras humanas y de animales, habiéndose hallado en los aleros de las paredes curiosas tallas en madera conocidas como "los pinchudos", que representan hombres desnudos con las manos colocadas sobre su pecho.
Otro arte Chachapoya que también tuvo un alto grado de desarrollo fue la escultura. Esculpieron la piedra con figuras antropomorfas, zoomorfas y geométricas, crearon frisos decorativos, cabezas clavas, trabajos en mampostería, pisos de laja y diversos símbolos que hasta el día de hoy son un enigma.
También fueron hábiles textileros que dominaron la tapicería, el bordado, el tejido pintado, y el arte de las plumas, usando para ello finas fibras de camélidos y de algodón, trabajados en telares de cintura con herramientas de costura como husos, agujas, etc. Sus prendas de vestir estaban finamente adornadas con dibujos de serpientes, aves, monos y felinos, donde predominaban los colores ocre, marrón, rojo, amarillo, negro y blanco, provenientes de árboles y plantas.
Se han recuperado valiosas muestras de instrumentos musicales, como antaras, flautas y tambores, sin embargo es muy poco lo que se sabe de la música y danza de los Chachapoya, pero a partir de las evidencias encontradas y las tradiciones de los pueblos que hoy ocupan ese territorio, los investigadores están recuperando estas artes perdidas.
Otra de sus manifestaciones artísticas se da a través de los mates pirograbados, con finos dibujos y diseños de hombres, serpientes, monos, aves, plantas, entre otros, que dan una visión panorámica de las costumbres y tradiciones de esa sociedad, a través de mitos y leyendas.
Aunque su cerámica utilitaria no fue la mejor expresión de su arte, ésta era muy singular y rústica, hallándose cántaros, vasos y jarras envueltas con soguillas, quizá para evitar la pérdida de calor o como protección contra los golpes.
No obstante lo rústico de su cerámica utilitaria, la de tipo funerario fue exquisita y bien lograda. Los resistentes sarcófagos sagrados o purunmachus eran las tumbas individuales de los personajes más ilustres de la cultura Chachapoya: curacas, guerreros, chamanes, etc. Los purunmachus fueron hechos con arcilla, madera y caña, sus tamaños variaron entre 1 y 3 m de alto, dependiendo del espacio donde iban a ser colocados, y fueron pintados con colores ocre, amarillo, rojo y blanco. Algunos purunmachus tuvieron máscaras mortuorias en la parte superior, otros en el centro y unos más pequeños no las tenían.
La elevada espiritualidad de esta sociedad se manifestaba de manera muy ferviente rindiendo culto permanente a sus muertos, a quienes enterraban colectivamente en grandes mausoleos ubicados en las cornisas de inaccesibles montañas, tal es el caso de Karajía, Lamud, Revash y otros lugares. Allí los constructores hicieron uso de todas las proyecciones naturales de los acantilados, usando para ello postes de madera y tablones que se insertaban en salientes, o como caminos para llegar a los diferentes lugares. Llama la atención que la mayoría de estos centros funerarios, ubicados generalmente en zonas cercanas a los poblados, tuvieran las paredes pintadas con símbolos zoomorfos o antropomorfos de color ocre rojizo. La mayoría de los sitios funerarios han sido saqueados por los huaqueros locales.
Cabe resaltar que tanto los purunmachus como los mausoleos estuvieron orientados hacia las pacarinas o lugares de origen, reverenciando a sus ancestros y protegiendo a sus descendientes, quienes periódicamente visitaban las tumbas de sus muertos y eventualmente renovaban sus fardos.
Lugares como Lamud, Karajía, Revash, La Petaca y la Laguna de los Cóndores, aún reflejan el respeto que los antiguos Chachapoya tuvieron por la vida en el más allá. En épocas recientes, a pesar de las inclemencias climáticas y del saqueo por parte del hombre, se han podido recuperar 200 momias en la Laguna de los Cóndores, que hoy se conservan de manera notable en el Museo de Leymebamba, hecho que permitirá reconstruir parte de la historia aún oculta de esta sociedad de temibles guerreros, místicos chamanes y artistas sin par, que nos sorprenden hasta el día de hoy, más de 1,200 años después.
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