jueves, 27 de septiembre de 2012

En la cima de una montaña abrupta y de laderas empinadas, en medio del enmarañado bosque húmedo montano a 3,000 m de altura, y dominando la cuenca del río

Utcubamba, se encuentra el que fuera el centro urbano más importante de la cultura Chachapoya: la Fortaleza de Kuélap, ubicada en lo alto del cerro La Barreta, en el distrito de Tingo, provincia de Luya, departamento de Amazonas, en el nororiente del Perú.


 En 1843, el entonces Juez de Chachapoyas Crisóstomo Nieto, organizó una expedición en busca de la Fortaleza de Kuélap, debido a insistentes rumores que indicaban la presencia de una gran ciudadela de piedra en lo alto de una montaña. Tras varios días de intenso viaje a través de la espesa selva que cubría por completo el lugar, llegó al sitio y descubrió la ciclópea edificación, que fue construida hacia el año 800 d.C. La Fortaleza de Kuélap tiene una superficie de 6 ha y en su interior hay 420 construcciones, casi todas circulares, así como templos y otros recintos que se presume fueron habitados desde el año 800 d.C.

 por los Chacha, quienes conjuntamente con otras etnias como los Luya, Chillao, Paclla y Chilchos, poblaron el territorio Chachapoya, hasta que en 1470, luego de sangrientos combates, fueron invadidos por los Inca, quienes tomaron por la fuerza el lugar y probablemente lo incendiaron. Esta Fortaleza destaca por estar rodeada de una gigantesca muralla de hasta 20 m de alto, 580 m de largo, y 110 m de lado, que fue construida con cientos de miles de enormes bloques de piedra caliza con argamasa de arcilla amarilla, que en algunos casos pesaban hasta 3 toneladas, calculándose que el peso total de los bloques empleados en la

muralla haya sido de 10,000 toneladas. Dentro del muro perimétrico se han encontrado más de 100 entierros humanos, que habrían sido exhumados de otros sitios y enterrados por segunda vez en el inmenso muro. Es presumible que los restos hayan pertenecido a los mejores guerreros Chachapoya de antaño, cuyos espíritus combativos daban protección a los pobladores del lugar, quienes vivían en permanente alerta por su seguridad. La Fortaleza tiene singulares características: se orienta de norte a sur, su forma es alargada, sus muros siguen la sinuosidad del suelo donde se asientan y son redondeados, nunca rectos, y su ubicación estratégica en la cresta de una montaña con alta pendiente permitió un efectivo control ante


posibles enemigos, facilitando además el drenaje del agua producida por las intensas precipitaciones en la región, que como consecuencia afectan las partes más bajas del territorio con inundaciones y deslizamientos. La ciudadela de Kuélap es una importante muestra de la arquitectura preincaica, con marcada influencia andino-amazónica, exhibiendo en su construcción diversas representaciones de tipo zoomorfo, antropomorfo y geométrico, con aleros, pisos de laja, mampostería, hornacinas, terrazas, sistemas de ventilación y drenaje, frisos decorativos y piedras talladas. La Fortaleza era inexpugnable y su ingreso sólo era posible a través de tres entradas, dos de ellas ubicadas en el lado este y una hacia el flanco oeste. Para poder entrar a la Fortaleza era necesario atravesar unos inmensos corredores amurallados de hasta 60 m de


largo, que se estrechan en su parte final permitiendo el paso de sólo una persona a la vez, facilitando que un pequeño grupos de defensores pudiera haber contenido una fuerza enemiga mucho más grande. Kuélap estuvo conformada por los sectores conocidos hoy como Pueblo Bajo, que se extiende en toda la superficie de la Fortaleza, y Pueblo Alto, que se sitúa hacia el lado norte pero en un nivel superior, el cual también está rodeado por un muro perimétrico de más de 10 m de alto que se ha conservado en magnífico estado. En ambos sectores destacan interesantes construcciones como El Tintero, el Torreón Defensivo, El Castillo y las viviendas. El Tintero se ubica en el lado sur de la Fortaleza y es una estructura de forma cónica truncada e invertida, con un diámetro superior de 15 m y una altura de 5.5 m. En uno de los bloques de piedra de

esta construcción, se halló un pequeño rostro humano grabado en alto relieve, y se sabe que el antropólogo y arqueólogo suizo-americano Adolph Bandelier ya había registrado, en 1893, otro rostro grabado que parece haber desaparecido del lugar. En un patio ubicado frente a El Tintero se han encontrado restos de maíz cocido, ceniza, tierra quemada, vajilla, y huesos de camélidos, venados y cuyes, haciendo presumir que este lugar cumplía un importante rol ceremonial, ritual o festivo. Se le atribuye a esta edificación el haber cumplido funciones astronómicas, marcando el cenit del sol y el inicio de la estación lluviosa para la siembra del maíz. El Torreón Defensivo se sitúa en la zona norte de la Fortaleza, ha sido erigido sobre una terraza


amurallada y posee una forma similar a la letra "D", debido a la curvatura de sus esquinas en el lado este. Sus paredes pétreas tienen 7 m de alto y en su interior los investigadores hallaron aproximadamente 2,500 proyectiles para hondas, restos de cerámica, huesos de ciervos y cuyes, vestigios de carbón y pedazos de hachas de piedra, que denotan el estado de alerta en que vivían los habitantes de la Fortaleza. El Castillo es la edificación más grande en el Pueblo Alto y mide 27 m de largo por 9 m de ancho, por lo que se presume que pudo haber sido un edificio público o una construcción ceremonial de gran importancia. Delante de él se erige un altar compuesto por 3 plataformas superpuestas, de 1.80 m, 1.20 m y 70 cm, respectivamente, con un eje común que las alinea en perfecta simetría. De las 420 estructuras que se han encontrado en Kuélap


sólo 5 son rectangulares o cuadrangulares, todas las demás son circulares y fueron viviendas. Éstas estaban distribuidas en corredores o "calles", y sus entradas miraban hacia las principales plazas y templos, denotando una planificación en su diseño y construcción. Hay que tomar en cuenta que al no poseer ventanas, la función orientadora de la vivienda recayó en las puertas. Las viviendas circulares permitían el máximo aprovechamiento del espacio y estaban reservadas exclusivamente para los grupos de la élite Chachapoya que vivían en la ciudadela, guerreros, chamanes, gobernantes, autoridades y otros personajes.


 La disposición del centro urbano de Kuélap era sui generis y armonizaba diferentes elementos como plazas, patios, terrazas, recintos ceremoniales, templos, torreones y viviendas en un espacio reducido delimitado por una gigantesca muralla. Las viviendas medían entre 4 y 12 m de diámetro, estandarizándose entre 7 y 9 m. Sus paredes alcanzaban los 4 m de alto y el techo fue elaborado con paja y soportes de madera, presentando en su cúspide una piedra laja y un ágave encima de ella para evitar que algunas aves carroñeras se posaran allí. Algunos cálculos del arqueólogo Alfredo Narvaez indican que el techo tuvo una altura de


hasta 11.60 m y una pendiente de 40º, para permitir el escurrimiento del agua de lluvias. Cada vivienda habría tenido las dimensiones de un edificio actual de 6 pisos de alto. Los cimientos de las viviendas eran de piedra caliza, y los aleros que los protegían de las lluvias eran de laja. En el interior de las viviendas habían hornacinas o pequeños nichos cuadrados donde se guardaban algunas pertenencias o se colocaban ídolos. Los pisos eran empedrados y tenían depósitos subterráneos que quizá hayan servido como tumba a la muerte de sus habitantes. Los muros de las viviendas fueron construidos íntegramente en piedra y poseían llamativos frisos decorados con diseños de serpientes, felinos, aves y figuras geométricas en forma de


rombos y zigzag. En algunas casas se han encontrado cabezas clavas con figuras zoomorfas y antropomorfas, que representaban a las principales deidades, sin embargo muchas de ellas han desaparecido. También se han hallado viviendas ampliadas superpuestas y algunas de dos pisos, que pueden haber sido habitadas por familias más numerosas. No se descarta que el espacio formado por el cono del techo haya sido usado como parte de la vivienda. Las viviendas no contaban con ventanas, debido al frío del lugar, por ello los ductos de ventilación estaban a nivel del suelo, tal como está demostrado por los investigadores. Las viviendas también contaban con drenes para el desagüe de las cocinas, batanes de piedra, fogones para cocinar, banquetas de piedra o camas para dormir, y en algunos casos decoraciones


con cuernos de venado. Es probable que las paredes hayan sido enlucidas y pintadas con llamativos colores, tanto interna como externamente, de acuerdo con algunos vestigios encontrados. Las puertas de acceso medían hasta 1.80 m de alto y algunas viviendas contaban con escalones descendentes hacia su interior. Basta imaginar una ciudadela que podía ser vista a kilómetros de distancia, rodeada por una inexpugnable muralla en la cumbre de una montaña escarpada, y con más de 400 viviendas asomándose por encima de sus muros, para tener una idea cabal de lo imponente, majestuoso y amedrentador que debió haber sido ese lugar, siempre resguardado por fieros y valientes guerreros. El entorno natural de Kuélap, compuesto por árboles salpicados de orquídeas, bromelias, hermosas flores, líquenes y musgos, viene siendo impactado


dramáticamente debido a la erosión del suelo y la destrucción del bosque causado por actividades humanas como la agricultura migratoria, hecho que también afecta a las diversas especies de fauna silvestre, como osos, pumas, venados, pavas de monte, picaflores y otras aves, que cada vez son más escasas en el Bosque Húmedo Montano. Kuelap fue un maravilloso centro urbano protegido por una gran muralla que albergó en su mejor momento a más de 3,000 personas, las mismas que fueron abastecidas en sus necesidades por los campesinos de las zonas aledañas. La majestuosa presencia de esta Fortaleza es inigualable en los andes-amazónicos. Allí, en la cima de la montaña, todavía se esconden parte de sus misterios. Enigmático Reino


Chachapoya La Cultura Chachapoya se desarrolló entre los años 800 y 1,470 d.C., en la región nororiental del Perú, abarcando territorios que pertenecen al Bosque Seco Ecuatorial y la Selva Alta, en una extensión de casi 300 km de longitud y una altitud que varía entre los 900 y 4,300 msnm, con una rica variedad de microclimas debido a la influencia de los vientos que traen las lluvias desde la cuenca amazónica. Su límite norte fue la laguna Pomacochas, en el departamento de Amazonas, su límite sur fue la provincia de Pataz, en el departamento de La Libertad, por el este lo fue el río Huallaga, y por el oeste el río Marañón... < Ver


Mapa > La Cultura Chachapoya es la máxima expresión de la civilización andino-amazónica de nuestro país. Sus pobladores lograron vivir en armonía con su entorno natural, conformado por especies de fauna como el oso de anteojos, mono choro de cola amarilla, maquisapa de montaña, majaz, puma, gato montés, gallito de las rocas, tapir de montaña, sajino, venado, taruca, llama, guanaco, alpaca, vicuña, pavas de monte, loros, mariposas y una gran variedad de picaflores como el colibrí maravilloso. Entre la flora destacan las bromelias, helechos, caña brava, musgos, líquenes, lianas, bejucos, plantas medicinales, árboles como el cedro, higuerón, ishpingo, aliso, quishuar, romerillo, ccolle, tara, palmeras, y diversidad de orquídeas como el zapatito rosado. La belleza paisajística del territorio Chachapoya es sobrecogedora, allí destacan las cataratas de Gocta, Yombillo y Chinata, y las lagunas de los Cóndores, Pomacochas, Pías, Huayabamba, entre otras. No obstante lo difícil de su territorio, caracterizado por sus valles estrechos, abundante vegetación, escasas tierras cultivables, inmensos farallones, montañas siempre cubiertas de neblina, suelos rocosos, ácidos y con insuficiente humus. Esta región es afectada por los deslizamientos propios de las cuencas de alta pendiente, debido a las lluvias casi permanentes en el lugar, que oscilan entre 2,000 y 4,000 mm al año, siendo la época de mayor precipitación entre setiembre y abril. El cronista Antonio de la


Calancha describe el territorio como un lugar de "montañas muy ásperas donde siempre llueve, tierra montuosa, poblada de sabandijas, abundante de tigres i llena de árboles silvestres". Las dificultades geográficas del territorio impulsaron a los Chachapoya a desarrollar una actividad agrícola que les permitió convertirse en una sociedad sostenible y organizada. Implementaron un sistema de terrazas o andenerías, anterior a las de los Inca, con canales de irrigación y sistemas de drenaje, que permitieron el cultivo de papa, maíz, yuca, kiwicha, quinua, ajíes, tarwi, coca, mashua, arracacha, yacón y diversas frutas. Uno de los centros agrícolas más importantes del territorio Chachapoya fue Papamarca o "pueblo de la papa". También se dedicaron al pastoreo de llamas y alpacas y fueron diestros cazadores de animales de monte, como


venados, tarucas, sajinos y otras especies. Cabe resaltar que para el establecimiento de centros urbanos los Chachapoya tomaron en cuenta las siguientes variables: buena visibilidad con lugares estratégicamente ubicados, y condiciones favorables para la agricultura, la cacería y la recolección de frutos. Los Chachapoya destacaron por ser eximios ingenieros y arquitectos, legándonos construcciones majestuosas como las de Kuélap, Gran Pajatén, Purunllacta, Gran Vilaya, Olán, Vira Vira, Macro, Ollape y otras. El Gran Pajatén, ubicado a 2,850 msnm en la provincia de Mariscal Cáceres, en el departamento de San Martín, forma parte del Parque Nacional del Río Abiseo y es uno de los lugares más representativos de esta cultura después de



 Kuélap. Este complejo, descubierto en 1964, está compuesto por 16 construcciones circulares a manera de torreones, que medían entre 1 y 15 m de diámetro, y cuyas paredes externas están decoradas con frisos que representan figuras humanas y de animales, habiéndose hallado en los aleros de las paredes curiosas tallas en madera conocidas como "los pinchudos", que representan hombres desnudos con las manos colocadas sobre su pecho. Otro arte Chachapoya que también tuvo un alto grado de desarrollo fue la escultura.


 Esculpieron la piedra con figuras antropomorfas, zoomorfas y geométricas, crearon frisos decorativos, cabezas clavas, trabajos en mampostería, pisos de laja y diversos símbolos que hasta el día de hoy son un enigma. También fueron hábiles textileros que dominaron la tapicería, el bordado, el tejido pintado, y el arte de las plumas, usando para ello finas fibras de camélidos y de algodón, trabajados en telares de cintura con herramientas de costura como husos, agujas, etc. Sus prendas de vestir estaban finamente adornadas con dibujos de serpientes, aves, monos y felinos, donde predominaban los colores ocre, marrón, rojo, amarillo, negro y blanco, provenientes de árboles y plantas. Se han recuperado valiosas muestras de instrumentos


musicales, como antaras, flautas y tambores, sin embargo es muy poco lo que se sabe de la música y danza de los Chachapoya, pero a partir de las evidencias encontradas y las tradiciones de los pueblos que hoy ocupan ese territorio, los investigadores están recuperando estas artes perdidas. Otra de sus manifestaciones artísticas se da a través de los mates pirograbados, con finos dibujos y diseños de hombres, serpientes, monos, aves, plantas, entre otros, que dan una visión panorámica de las costumbres y tradiciones de esa sociedad, a través de mitos y leyendas. Aunque su cerámica utilitaria no fue la mejor expresión de su arte,


ésta era muy singular y rústica, hallándose cántaros, vasos y jarras envueltas con soguillas, quizá para evitar la pérdida de calor o como protección contra los golpes. No obstante lo rústico de su cerámica utilitaria, la de tipo funerario fue exquisita y bien lograda. Los resistentes sarcófagos sagrados o purunmachus eran las tumbas individuales de los personajes más ilustres de la cultura Chachapoya: curacas, guerreros, chamanes, etc. Los purunmachus fueron hechos con arcilla, madera y caña, sus tamaños variaron entre 1 y 3 m de alto,


dependiendo del espacio donde iban a ser colocados, y fueron pintados con colores ocre, amarillo, rojo y blanco. Algunos purunmachus tuvieron máscaras mortuorias en la parte superior, otros en el centro y unos más pequeños no las tenían. La elevada espiritualidad de esta sociedad se manifestaba de manera muy ferviente rindiendo culto permanente a sus muertos, a quienes enterraban colectivamente en grandes


mausoleos ubicados en las cornisas de inaccesibles montañas, tal es el caso de Karajía, Lamud, Revash y otros lugares. Allí los constructores hicieron uso de todas las proyecciones naturales de los acantilados, usando para ello postes de madera y tablones que se insertaban en salientes, o como caminos para llegar a los diferentes lugares. Llama la atención que la mayoría de estos centros funerarios, ubicados generalmente en zonas cercanas a los poblados, tuvieran las paredes pintadas con símbolos zoomorfos o antropomorfos

de color ocre rojizo. La mayoría de los sitios funerarios han sido saqueados por los huaqueros locales. Cabe resaltar que tanto los purunmachus como los mausoleos estuvieron orientados hacia las pacarinas o lugares de origen, reverenciando a sus ancestros y protegiendo a sus descendientes, quienes periódicamente visitaban las tumbas de sus muertos y eventualmente renovaban sus fardos. Lugares como Lamud, Karajía, Revash, La Petaca y la Laguna de los Cóndores, aún reflejan el respeto que los antiguos Chachapoya

tuvieron por la vida en el más allá. En épocas recientes, a pesar de las inclemencias climáticas y del saqueo por parte del hombre, se han podido recuperar 200 momias en la Laguna de los Cóndores, que hoy se conservan de manera notable en el Museo de Leymebamba, hecho que permitirá reconstruir parte de la historia aún oculta de esta sociedad de temibles guerreros, místicos chamanes y artistas sin par, que nos sorprenden hasta el día de hoy, más de 1,200 años después.

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